La guerra sin fin nº 3354 (Warhammer The Horus Heresy) (Spanish Edition) by AA. VV

La guerra sin fin nº 3354 (Warhammer The Horus Heresy) (Spanish Edition) by AA. VV

autor:AA. VV.
La lengua: spa
Format: azw3
ISBN: 9788445005996
editor: Minotauro
publicado: 2018-09-25T00:00:00+00:00


En sus sueños, regresaba a Prospero.

Cuando eran conscientes del engaño, los llamaban «sueños lúcidos». Pero no era más que una verdad a medias. Una parte de él era consciente de que seguía dormido en la Espada de la Tormenta, pero otra parte de su ser acechaba las ruinas sin darse cuenta, aún con la esperanza de encontrar algo entre ellas.

Al principio, había intentado dejar Tizca, pues pensaba —no sin equivocarse— que los restos quemados por la disformidad de la ciudad albergarían cosas repugnantes. Durante un par de días, había tomado un duro camino, alejándose y subiendo hacia las tierras altas, en busca de un aire más limpio.

En cierto modo, allí arriba era incluso peor. Los esqueléticos tocones de abetos se alzaban como centinelas entre las yermas laderas, como impidiendo la llegada de un cielo sin estrellas. Desde las alturas, podía observar la devastación que asolaba la ciudad, y no había escapatoria posible de su inmensidad. La lúgubre extensión de Tizca corría hasta el horizonte norte: una gigantesca cicatriz negra en la cara de la aniquilación.

El aire todavía era asqueroso, incluso cuando el viento soplaba y sacudía los quebradizos cuerpos de los árboles. Saboreaba las toxinas a través de la rejilla facial y sabía que se apoderarían de su sistema antes o después. Se agotaba al caminar y eso le asustó: nada debía agotarlo, no con una fisiología como la suya.

A veces, Arvida maldecía a Kalliston por haberlo traído de vuelta. Exteriorizaba su dolor en forma de alaridos. Empezó a cazar, a tratar de localizar cualquier rastro de enemigos. Cuando regresó corriendo a la ciudad, abrazando las sombras y buscando objetivos, todo lo que encontró fueron unos ecos vacíos. Empezó a dudar de todo lo que había sucedido desde el aterrizaje en el planeta.

Los fantasmas no tardaron mucho en llegar. Kalliston fue el primero; llegó susurrando en la profunda oscuridad. Arvida lo vio varias veces: de pie en la cumbre de las aisladas torres, su silueta destacaba en la noche. Al principio intentó llegar hasta él. Pero en el cuarto intento desistió, cuando trepó los costados de una cúpula carbonizada para encontrarse en la cima nada más que una montaña de denso polvo. En la brillante ceniza no había ni una sola pisada.

Los otros fantasmas eran menos benévolos. Los espíritus de los Wolves que habían perecido en batalla todavía se deslizaban entre las sombras, a través de entrecortados gruñidos de odio. Las olvidadas criaturas de Prospero, con los cuerpos lánguidos en vítreos sacos de espuma de éter, se levantaban de la inquieta tierra y le daban caza a Arvida. Aprendió a ahuyentarlos, pero el gasto de energía que eso suponía lo agotaba un poco más.

Empezaba a morirse de hambre. La realidad y el sueño se fusionaban. No encontró enemigos de carne y hueso, solo espectros y emanaciones.

Fue entonces, para no perder la cabeza, cuando empezó a buscar la reliquia. No tenía ni idea de lo que podía ser, pues podía ser cualquier cosa. Tenía que ser sólida, una parte del viejo planeta colmado de luz.



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